Con éxito se realiza seminario sobre Estado y comunidad
       •  Los expositores reunidos en un salón de la comuna de Providencia, fueron convocados a reflexionar acerca del tema Estado y Comunidad y los desafíos que implican para el progreso y el desarrollo.

El Estado que queremos: Uno de los tres pilares del desarrollo, tuvo como nombre el Seminario organizado por el Centro de Estudios Democracia y Progreso, y que reunió a tres grandes figuras de la intelectualidad política, Ignacio Briones, Decano de la Escuela de Gobierno de la UAI y Presidente del Centro de Estudios Horizontal; Oscar Landerretche, Profesor Titular Docente de la FEN-UCH y ex Vicepresidente Ejecutivo de CODELCO y Mariana Aylwin, ex Ministra de Educación, Vicepresidente de la Fundación Aylwin, Presidenta de Progresismo con Progreso y dirigente de nuestro Centro de Estudios.

El saludo inicial estuvo a cargo del Presidente de Democracia y Progreso, Guillermo Le Fort quien señaló que la idea del seminario se origina en un libro reciente del destacado economista indio Raghuram Rajan que se refiere a los tres pilares en que se basa el desarrollo: Mercado, Estado y Comunidad. Este tema no es nuevo pero el libro de Rajan actualiza la discusión refiriéndose a los desafíos de hoy cuando la amenaza del populismo y sus lacras vuelven a estar peligrosamente vigentes. A ello se agregan otras preocupaciones como el cambio climático, la concentración del ingreso y el poder, los Estados fallidos que generan grandes migraciones y el acelerado cambio tecnológico sustituidor de mano de obra. Esta discusión pone en relieve uno de los puntos del decálogo del Centro de Estudios Democracia y Progreso, el cual revela parte de los valores y lo que se busca construir, “la articulación equilibrada entre un Estado democrático y subsidiario que vele por el bien común y la equidad, y una sociedad de personas dignas, responsables y libres para desarrollar todo su potencial”.

El punto de partida lo dio Oscar Landerretche, quien basándose en unos de sus publicaciones “Vivir Juntos”, realiza una autocrítica al sector que representa, sobre el abandono realizado por el socialismo a aquella raíz comunitarista de la época socialista pre marxista. “Y eso lo encuentro preocupante y complejo, porque debieran ser una de las patas centrales de las preocupaciones clásicas de alguien de izquierda. Y esto lo escribí porque en mi opinión, si uno tuviera que clasificar ideológicamente a la izquierda, y me incluyo, en general es una izquierda bastante individualista y que por ejemplo tiene como agenda los derechos individuales. Donde hay poco de obligaciones hacia el colectivo y tampoco hay mucho de derechos colectivos, y es curiosos porque es algo clásico de la izquierda. Y ha sido tan radical la victoria del liberalismo, en términos ideológicos, que ha logrado destruir esa raíz. Y más aún, lo que intento decir es que un gobierno de izquierda y de centro izquierda debiera colocar dentro de su manera de pensar sobre políticas públicas, cuáles serán los efectos de esas políticas en el fomento de la existencia de comunidades de distinto tipo”, señaló.

A modo de ejemplo se refirió a la época de oro del crecimiento chileno, según se expresó. “En la época de la concertación, donde la política pública hablaba de apertura al comercio internacional y de mucha infraestructura. Pero si uno piensa en la manera en que hicimos infraestructura, mucho de ello se hizo completamente ciegos a las comunidades que afectaba. Había una mirada completamente eficiente y productivista respecto de facilitar la creación de carreteras, por ejemplo. Por ende, fue una política que, si uno la clasifica ideológicamente de acuerdo al marxismo, proletarizaba. Y eso es lo que me ha llamado a cuestionar la inexistencia de esa mirada. Y una curiosidad ideológica, es que la coalición que teníamos incluía un sector muy importante que se suponía que les importaba este tema comunitario. Y ¿y que paso? Fue tal el imperialismo liberal de la concertación que hasta con eso arraso. Y estoy convencido que es parte de nuestro error. El abandono de una agenda de promoción comunitarista es uno de los grandes pecados de la política de centro izquierda de los últimos años en Chile” sentenció.

Bajo esa mirada, Landerretche indicó que, por lo tanto, uno de los desafíos para un futuro proyecto de centro izquierda es volver a introducir el comunitarismo. “Hoy está completamente ausente, y no sé por qué es que creo que el votante de centro izquierda esperaba y aún lo espera, que ese sector político haga una defensa de ello, y quizá porque no lo hace, nos abandonan”, subrayó.

La siguiente intervención le correspondió a Ignacio Briones, quien desde la motivación inicial al encuentro para resolver interrogantes basadas en los desafíos que se presentan para la trilogía Estado, Mercado y Sociedad Civil, argumentó a favor del fortalecimiento de la sociedad civil y de sus comunidades. “Un fortalecimiento que tiene una reivindicación muy fuerte del concepto – no propio – de igual ciudadanía, que ha sido desarrollado por la filósofa americana Elizabeth Anderson. Es un criterio de igualdad relacional, en el sentido que apunta a tener ciudadanos en condiciones de establecer relaciones políticas y sociales, en un plano de relativa simetría e igualdad. Es una teoría que garantiza y propende a la igualación de oportunidades, pero no a la igualdad perfecta de oportunidades. Busca garantizar mínimos exigentes en áreas claves dejando abierto el techo que premie el esfuerzo individual y que sea respetuoso de la libertad y diversidad de intereses que tenemos. En otras palabras, se trata de un enfoque de mínimos elevados que nivelan hacia arriba y no hacia abajo”, planteó.

Y ¿cuál es el atractivo de este enfoque a la hora de plantear la noción de comunidad?, se preguntó. “En primer lugar reconoce un papel fundamental del Estado de financiar capacidades sociales exigentes, tanto como sea necesario como para asegurar estas relaciones simétricas entre ciudadanos. En segundo término, es una postura realista, porque subraya que los sujetos prioritarios deben ser siempre los más desaventajados, lo que es consistente con la idea de focalización no regresiva de las políticas públicas. En tercer lugar, es una teoría que nivela hacia arriba, estableciendo el financiamiento de mininos exigentes para el desarrollo de capacidades para relacionarnos con igualdad, pero dejando la libertad para aspirar a más, de acuerdo a nuestras legítimas diferencias. Se trata, por último, de una postura meritocrática en el sentido que reclama que las posiciones y las recompensas deben ser abiertas y no adscritas”, dijo.

El expositor también argumentó a favor del rol que le cabe a la sociedad civil en la implementación de parte de las políticas públicas y cómo esto es un elemento generador de cohesión y de comunidad. “Me parece que es valioso que la sociedad civil juegue un rol importante en este ejercicio de proveer bienes públicos sin perjuicio de que sean financiados por el Estado. Este involucramiento tiene una primera ventaja, que es propender que aquellos que estén más cerca de un problema tengan la posibilidad de solucionarlo. Es un argumento de eficiencia y fuerte en favor del localismo, es decir, de la descentralización en la toma de decisiones. Pero este involucramiento parece apuntar no solo por razones de eficiencia sino por razones de legitimidad, porque es lo que permite avanzar hacia una sociedad de ciudadanos compenetrados con los asuntos públicos en su día a día, que no delegan como por osmosis esta labor al Estado central. A modo de ejemplo, en la educación, ¿cómo no va a ser deseable que los padres y la comunidad se involucre en la educación del barrio? Porque de eso se trata, de que, al alero de un currículum minino, se deje espacios para que la sociedad tenga algo que aportar en todo esto. Este involucramiento de la sociedad civil en los asuntos públicos tiene una tercera ventaja, cual es la de permitir la emergencia de una sociedad civil diversa. A mí me parece valioso que la diversidad de intereses se exprese y que la comunidad no sea entendida como un todo uniforme”, indicó.

El académico planteó además que un elemento fundamental para la reflexión es la ciudad. “Esta entendida como un espacio de igual ciudadanía y epicentro de la generación de comunidades y sentido de pertenencia. Como Horizontal, creemos que una buena ciudad es, al mismo tiempo, un espacio de encuentro, de generación de comunidad, en el que se puede propender a la igualdad relacional entre los individuos. Una buena ciudad es el espacio para la igualdad de oportunidades, para el despliegue de proyectos vitales y por ende, para el ejercicio de la libertad. En este sentido una buena ciudad es justa, inclusiva y más inteligente, porque aprovecha esta diversidad de talentos que la compone, mientras que, una ciudad segregada los desperdicia. Así vemos que estas oportunidades se encuentran extremadamente mal distribuidas en este territorio, las brechas comunales en cosas tan relevantes como infraestructura, transporte, seguridad, luminarias, veredas, recolección de basura, áreas verdes, acceso a cultura, educación, salud, son elocuentes, y van en desmedro de las familias de menores ingresos. Un solo ejemplo, si uno toma la distribución de áreas verdes en Santiago, se darán cuenta que las comunas con mayores metros de ares verdes privadas por habitante son las que tienen mayor número de áreas verdes públicas por habitantes. Lo que debiera ser al revés. Me parece que es necesario avanzar en acortar estas brechas, pero no planteando un igualitarismo ramplón sino al alero de igual ciudadanía, que permitiría además legitimar las bienvenidas diferencias que existen en el plano privado. Y una última reflexión en este punto y que es tema de agenda, es la inclusión y segregación en la ciudad. No cabe duda, que tenemos ciudades segregadas que replican la segregación social y de clase y con el agravante que no tienen un acceso simétrico a estos bienes públicos esenciales y en ese sentido es fundamental tener ciudades más inclusivas y si de inclusión se trata no hay nada más contrario a la misma que la oposición a densificar la ciudad y la reivindicación a una suerte de ciudad congelada. Una densificación de buena calidad por supuesto, y siempre compensando las externalidades que pudieran generarse, con espacios comunitarios, buenos accesos, plazas, entre otros”, señaló.

El tercer turno fue para Mariana Aylwin quien reflexionó acerca de identificar los desafíos que nos plantea la relación Estado – comunidades en un mundo cada vez más complejo y que permita avanzar a una sociedad más inclusiva y sostenible. “Y mi primera reflexión es que uno de los desafíos que hay que enfrentar hoy, es la desvalorización del valor de lo público. Y se me viene dos ejemplos que lo reflejan. Uno es el caso Essal, que más allá de falla humana – argumento presentado por la empresa – lo que falló ahí es el interés por lo público. Y si bien cabe la interrogante al ser ésta una empresa privada, ella está a cargo de un bien público. Porque al final en el mundo de hoy, toda empresa, privada o pública, debe tener un sentido de lo público. Lo que me parece, es que hoy éste es un valor que está deteriorado y que lo que prima son las inversiones ante el interés público”.

Como segundo ejemplo, la ex Ministra de Educación se refirió precisamente a la reforma educacional, enfocada en el área escolar. “La reforma tenía como foco lo público, para que el país tuviera mayor igualdad y calidad educativa. Sin embargo, la forma en que se hizo respondió a presiones sectoriales y a visiones ideológicas, más que a las necesidades de las comunidades. Los efectos son claros, tenemos un sistema que es sin lucro, sin selección y co pago y con una frondosa regulación y al mismo tiempo un discurso centrado en los derechos y no en las obligaciones, que ha llevado a un alarmante aumento de la judicialización de los conflictos, y donde tampoco estamos mejorando las competencias de los estudiantes ni la equidad. Incluso datos del Ministerio dicen que, a los 3 años desde el inicio de la reforma, los únicos que han aumentado la matricula son los particulares pagados. Entonces hemos perdido unos 10 años discutiendo cuestiones institucionales, pero prescindiendo del valor de los bienes públicos y de las comunidades en el diseño de las políticas”, agregó.

Pero acá es evidente, dijo, que esta cultura de priorizar intereses parciales está presente en todo tipo de grupos. “Pareciera que los que gritan más fuerte o tienen más poder, obtienen lo que quieren. Y desgraciadamente esto también, está muy enquistada en la política. El mundo político chileno parece estar mucho más interesada en responder encuestas o a movimientos sociales desde sus propias trincheras para mantener cuotas de poder. A veces de cualquier forma. Y hay nuevamente un creciente abandono del rol público y del sentido común. Crece la intolerancia y las palabras descalificadoras, y por eso la lejanía de la ciudadanía. Estamos preparando el terreno para el populismo”, aseguró.

En ese sentido, Mariana Aylwin se refirió a los desafíos frente a estas temáticas. “Creo que hoy el mundo trae nuevas responsabilidades para empresas, para el Estado y comunidades, y más que nunca se requiere de una conciencia respecto del fin superior de los bienes públicos para todos, sea quien sea quien los provea. Chile está inserto en la globalización, por lo tanto, es un fenómeno que solo nos afecta a nosotros. Hoy día, vivimos en un mundo más complejo, con más incertidumbre, con más descontento, con el impacto de la revolución tecnológica en la forma de vida y en el mundo laboral, con un debilitamiento de las instituciones democráticas y una nueva era de populismo y polarización. Y pienso que esta desvalorización de lo público tiene directa relación con la desvalorización o con el deterioro de las instituciones democráticas. Y no solo de ellas sino también del deterioro de los códigos de conducta democráticas. Pienso que en el caso chileno, lo que nos está afectando con este deterioro es que nosotros nos hemos ido en nuestro pequeño círculo político, tomando posiciones polares y también con una gran incapacidad de tener un diagnóstico común y de proyecto de país. Y no se trata de que todos estemos de acuerdo, pero creo que las discusiones que estamos dando en la política, hoy muestran que no hay sentido de urgencia. A mí me parece que discutir que, si el 4% lo administra la AFP o ente distinto o negar una ley corta antiterrorista por detalles, habla de una situación en el país que está mirando muy en pequeño y que no se están dando cuenta de que estamos nadando en aguas turbulentas en un mismo barco. Y ahí ni el cosismo ni rupturismo o el discurso del reclamo o de falsas ilusiones, van a resolver los problemas que tenemos. Además, el mayor problema es que tenemos un país que está en incertidumbre y en riesgo de estancarse en vez de seguir desarrollándose. Y en ese sentido creo que revalorizar una ética del valor público que nos involucre a todos quienes participamos de las instituciones del Estado, en iniciativas privadas, en organizaciones sociales, empresas, es una de las tareas que tenemos por delante”.

Por último, dijo que el camino más arduo, pero más eficaz, requiere de liderazgos capaces de jugarse por legislaciones o políticas públicas que tengan el horizonte del Bien Común. “Capaces de producir encuentros, de buscar acuerdos, capaces de cambiar el lenguaje, de rechazar prácticas viciosas, de hacer pedagogía y no demagogia, de ir contra del individualismo y no personalismos predominantes, líderes de gobierno y de oposición, gremiales, empresariales, trabajadores, capaces de entender que la colaboración pública privada enmarcada en los bienes que requerimos para vivir en comunidad son una responsabilidad compartida y el camino para avanzar hacia el desarrollo que anhelamos”.